Como apuntaban en un comentario anterior, es cierto que las medidas descritas y adoptadas por el gobierno estadounidense son, en cierto modo, la versión extendida del “Derecho de Admisión” de cualquier bar o discoteca: si quieres entrar en mi país, vas a tener que pasar por el aro, porque aquí soy yo quien pone las reglas. Dicho de otra forma, los EEUU tienen todo el derecho a hacerlo, teniendo siempre en cuenta que nosotros no somos ciudadanos estadounidenses (y por tanto sin derecho legítimo a opinar sobre las medidas aplicadas por otro gobierno soberano para la entrada en su territorio); si eso pasase en territorio nacional, otro gallo nos cantaría: al menos tendriamos el derecho a la pataleta.
Podría decirles, como hice en un primer momento, que la entrada que escribí ayer no se posicionaba a favor o en contra de este tipo de medidas, sino que informaba de la necesidad de “tomar precauciones” para proteger la información corporativa del acceso a ella por parte de los agentes de aduanas estadounidenses. Al fin y al cabo, esta es habitualmente una de las cosas que hacemos en nuestro trabajo: asesorar a nuestros clientes en la protección de la confidencialidad y el secreto de la información que manejan en su trabajo.
En realidad, ese era el propósito inicial: informar. Pero admitámoslo: cuando se propone esconder la información mediante métodos de esteganografía o similares, sí hay un posicionamiento claro en contra de las medidas aprobadas por los EEUU. Y no es necesario hablar de esconder; la mera recomendación de no llevar información confidencial en los viajes a EEUU, o que alguien decida por iniciativa propia no llevar las fotos de su boda en su portátil a causa de este tipo de controles, deja clara su posición al respecto: “no quiero que el gobierno americano tenga acceso a la información que manejo”.
No porque haya nada que ocultar, como suele argumentarse, sino porque se trata de información corporativa confidencial, información personal, y no hay razón alguna para que terceras personas accedan a ella. Para mí, esa es una razón en sí misma. ¿Y para ustedes?