La portada de uno de los periódicos que conservo por casa reza en un gran titular “Obama inagura el primer gobierno 2.0 del mundo”, y a nadie se le escapa, en efecto, que el nuevo presidente norteamericano ha hecho de Internet y la web 2.0 una de sus principales bazas para llegar al Capitolio. Pero aunque eso lo hace indudablemente más real y cercano a la realidad de los ciudadanos, desde el principio han surgido voces críticas con el uso que se le da a algunos servicios, que van en la línea de las críticas a la privacidad de las redes sociales y el gigante Google.
En este caso no vengo a hablarles de la reticencia a desprenderse de su Blackberry, aspecto que ya comentamos hace unas semanas, sino de un par de cuestiones que Steve M. Bellovin y Christopher Soghoian entre otros, han puesto de relevancia en los últimos tiempos, y es el uso que la Oficina Ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos hace de terceras partes para la provisión de servicios web, violando directivas federales, y proporcionando una valiosa información de orientacion política e ideológica a empresas privadas “afines”.
Empecemos por el principio. Hace algo más de un mes se puso en marcha una iniciativa por la que cualquier miembro del Congreso y del Senado norteamericano dispondría de un espacio en YouTube para colgar sus videos y exponer sus ideas a los ciudadanos, algo totalmente elogiable. Si no recuerdo mal, en la campaña electoral española se hizo algo similar, aunque ignoro con qué porcentaje de éxito. Como apunta Bellovin, el problema de esta iniciativa es que aunque aprovecha la tecnología para acercar los representantes a los ciudadanos, lo hace pagando un precio nada despreciable, como es la cesión de una información muy valiosa a una compañía privada como es Google. Francamente, a estas alturas de la historia, y una vez abandonado hace tiempo el lema Don’t be evil, proporcionarle al buscador información de carácter ideológico y político de los ciudadanos para que la utilice en su propio provecho, con el beneplácito y la connivencia del gobierno estadounidense, me parece una falta de concienciación y de la importancia de la privacidad en el mundo 2.0.
En segundo lugar, y para entender lo que sigue, cabe distinguir entre lo que son cookies de sesión y cookies persistentes. Mientras que las primeras son utilizadas mientras el navegador permanece abierto, y son eliminadas al cerrarlo, las segundas no se borran, sino que permanecen en el navegador, permitiendo al “propietario” de la cookie conocer información sobre la última visita o la información que hemos visitado en el pasado. En este último caso, páginas como YouTube han llegado a un nivel de sofisticación que permiten a Google conocer, bajo ciertas condiciones, las páginas y blogs que un usuario está visitando con la sola presencia de un video de YouTube en la página, aun cuando el usuario no “clickee” sobre el video.
Tras esto, déjenme introducirles con un fragmento del Memorando M-00-13, Privacy Policies and Data Collection on Federal Web Sites, de la Office of Management and Budget of the Executive Office of the President of the United States, que se abrevia como OMB. Disculpen si las traducciones no son demasiado apropiadas; lo que sigue es el cuarto y quinto párrafo del dicho memorando, que data del 22 de junio de 2000:
[…] la presunción debe ser que las “cookies” no serán utilizadas en las páginas web federales. Bajo esta nueva política federal, las “cookies” no deben ser utilizadas en las páginas web federales, o por los contratistas que gestionen páginas web en nombre de las agencias, a menos que, además de existir un aviso claro y visible, se cumplan las condiciones siguientes: una necesidad imperante que obligue a recopilar los datos sobre el sitio; protecciones de la privacidad apropiadas y públicas para el manejo de la información derivada de las “cookies”; y aprobación personal por el jefe de la agencia. […]
Dicho memorando fue modificado posteriormente, el 26 de Septiembre de 2003, por el memorando M-03-22, OMB Guidance for Implementing the Privacy Provisions of the E-Government Act of 2002 introduciendo las siguientes modificaciones (Anexo D):
a. Agencies are prohibited from using persistent cookies or any other means (e.g., web beacons) to track visitors’ activity on the Internet except as provided in subsection (b) below;
b. Agency heads may approve, or may authorize the heads of sub-agencies or senior official(s) reporting directly to the agency head to approve, the use of persistent tracking technology for a compelling need. When used, agency’s must post clear notice in the agency’s privacy policy of:
* the nature of the information collected;
* the purpose and use for the information;
* whether and to whom the information will be disclosed; and
* the privacy safeguards applied to the information collected.
Dicho de otra forma (y en castellano), el uso de cookies persistentes está terminentemente prohibido, salvo que haya una necesidad de peso para ello. En tales casos, debe informarse de la información recogida, finalidad, destinatarios y medidas de seguridad aplicables, y esto aplica tanto a las agencias como a cualquier contratista que gestione contenidos en nombre de las agencias. No obstante, y aquí vuelven de nuevo los “pero’s”, si acceden a algunas de las entradas del blog de La Casa Blanca, verán que algunas de ellas contienen videos incrustados que apuntan a YouTube, y que los videos también se encuentran alojados en Vimeo, para lo cual la política de privacidad ha sido modificada convenientemente, incluyendo los siguientes párrafos:
This persistent cookie is used by some third party providers to help maintain the integrity of video statistics. A waiver has been issued by the White House Counsel’s office to allow for the use of this persistent cookie.
Esta excepción (waiver) al uso de cookies persistentes ha sido duramente criticada, ya que no parece existir ninguna base fundamentada ni razón de peso para su existencia, y la utilización de proveedores de video externos no sólo les envía un nada despreciable flujo de visitantes, algunos de los cuales continuarán en el website externo, sino que sobre todo les proporciona, igual que comentábamos antes, información sobre los visitantes de varias páginas gubernamentales.
Como apunta Soghoian, no es comprensible que a estas alturas, y dado el presupuesto que La Casa Blanca maneja, se siga utilizando un website externo para el alojamiento de videos gubernamentales, cuando existen múltiples opciones comerciales de video streaming que podrían gestionarse internamente de manera autónoma, tal y como hace America.gov. Como aspecto positivo, el uso de una técnica similar al script MyTube de la Electronic Frontier Foundation para evitar algunas cookies persistentes, o las recientes modificaciones de la política de privacidad parece que apuntan a un creciente concienciamiento sobre la importancia de la privacidad, aunque es todavía claramente insuficiente. Si tenemos que escoger entre la privacidad y la web 2.0, creo que la elección no deja lugar a dudas; no podemos supeditar la primera a la segunda, por mucho que la web 2.0 traiga innumerables e inmensas ventajas. Nunca sabe uno dónde puede estar el punto de no retorno, y eso es algo que todos deberíamos tener presente, ya que jugamos en contra de los intereses de las grandes multinacionales de Internet. Por fortuna, la tecnología y las leyes permiten que no tengamos que escoger… siempre que nos dejen escoger.
En la línea de lo dicho en el anterior párrafo, seguramente a algunos lectores les parezca que puedo estar rozando la paranoia, entrando en este nivel de detalle, y más cuando no soy un ciudadano estadounidense. Sin embargo, aunque no descarto la existencia de una manía persecutoria, a estas alturas creo francamente en ese dicho que titula esta entrada y que dice que el Diablo está en los detalles. No sólo está en esa política de privacidad que deja la puerta abierta a una retención de datos para “usos legítimos de negocio”, en esa frase sutilmente introducida que exime (principalmente) a YouTube de la prohibición expresa de hacer uso de cookies persistentes en una página gubernamental, o en la aparente insignificancia que tienen los registros de visitantes al “canal de Internet” de un representante político. Está también en esa regla del cortafuegos “ANY:ANY” que alguien puso para una “demo” un día antes de irse a casa, en esa petición de acceso que por prisas y favores no sigue los cauces procedimentados, o en esa hoja Excel que mantiene Recursos Humanos, que contiene el personal con minusvalía y de la que el Responsable de Seguridad no sabe nada. Casi siempre, desde la superficie se ve todo impoluto. Rasquen un poco con la uña, y verán quién hay detrás.
Referencias:
Steve M. Bellovin: YouTube, the Government, and Privacy; More on YouTube, the Government, and Privacy.
Christopher Soghoian: Why Obama should ditch YouTube; White House exempts YouTube from privacy rules; White House acts to limit YouTube cookie tracking.
About.com: Federal Web Sites Violate Privacy Rules.
Electronic Frontier Foundation: Embedded Video and Your Privacy.
Whitehouse.org: Online Privacy Policy (24/02/2009).
OMB: OMB Guidance for Implementing the Privacy Provisions of the E-Government Act of 2002 (M-03-22); Privacy Policies and Data Collection on Federal Web Sites (M-00-13).