Sin duda este fin de semana, en el que los amantes del deporte -ente los que no me incluyo- están disfrutando de los mundiales de Sudáfrica y de campeonato de Fórmula I en Valencia, es un momento inmejorable para aportar un nuevo post a la serie sobre seguridad sectorial, en este caso para hablar de los aspectos de seguridad en espectáculos de masas: competiciones deportivas, conciertos, actos políticos o sindicales, concentraciones de todo tipo…
Como en cualquier libro sobre seguridad podemos ver, toda actividad que implica grandes concentraciones de personas tiene implícitas amenazas como las avalanchas, el vandalismo, las agresiones o el terrorismo, por citar unas cuentas; sin duda la última de ellas, el terrorismo, es la más preocupante tanto para los organizadores como para la sociedad en general, ya que la simple amenaza puede causar un grave daño reputacional y cuantiosas pérdidas económicas -imaginemos un estadio que hay que “vaciar” en pleno partido por una amenaza de bomba-, por no hablar de los casos en los que la amenaza se materializa, añadiendo a los problemas anteriores daños materiales y contra la integridad física de las personas. Por ello, cualquier acto con una gran afluencia de personas debe disponer obligatoriamente de determinadas medidas de seguridad, que pueden ir desde el control de acceso -técnico o humano- a los recintos hasta un número concreto de vigilantes o policías; esto es especialmente necesario en aquellos actos en los que la amenaza pueda ser mayor, como los mítines políticos, eventos con una elevada concentración de personalidades o encuentros deportivos de los denominados “de alto riesgo”.
Por fortuna, a pesar de ser la de mayor impacto, el terrorismo no es la amenaza más probable en las concentraciones de masas. Las minorías extremistas o enfervorizadas suelen ser, más allá del terrorismo, el caldo de cultivo ideal para materializar otras amenazas propias de las grandes concentraciones, como las agresiones o el vandalismo; esto es especialmente frecuente en los encuentros deportivos -fútbol sobre todo-, en los que los grupos “ultra” deben ser controlados no sólo durante el encuentro, sino también antes y después de éste para evitar enfrentamientos con otros hinchas. También la actividad de estas minorías puede ser el origen de avalanchas humanas, aunque esta última amenaza puede ser causada de forma fortuita, simplemente por el elevado movimiento de personas en un determinado lugar (todos recordamos los problemas de seguridad que año tras año se producen en la peregrinación musulmana a La Meca).
Para evitar estos -y otros- problemas, en todas las actividades que implican una gran concentración de personas debe disponer, como hemos dicho, de personal de seguridad pública y privada y de medios técnicos suficientes para prevenir y detectar cualquier amenaza, así como para minimizar el impacto en caso de que ésta se materialice (vías de evacuación, Plan Integral de Seguridad, planes de emergencia…). Los organizadores del evento tienen una serie de obligaciones bien definidas desde el punto de vista de seguridad, que en caso de no ser cumplidas pueden acarrear sanciones más o menos duras (tema por otra parte muy discutible, ya que en ocasiones hay casos claros de incumplimiento y las sanciones aplicables son irrisorias).
Para hacernos una idea de la importancia de la seguridad en este tipo de eventos, simplemente unos datos que leía en el número de este mes de Security Management, la revista de ASIS, relativos al mundial de fútbol de Sudáfrica: SAPS (South African Police Service) ha renovado buena parte de su equipamiento de cara a la celebración del evento, incluyendo desde helicópteros a cañones de agua, ha reforzado su personal con 55.000 nuevos oficiales, y 8.500 policías del cuerpo han realizado un curso ad hoc de un año de duración en Francia, cuya Gendarmería tiene experiencia en la seguridad de estos eventos desde el mundial celebrado en 1998 en el país galo. Todo esto son simples números, sin hablar de las medidas organizativas o técnicas implantadas para el evento: perímetros de seguridad alrededor de los estadios, protección especial de altos cargos, control de acceso al país con conexión directa a bases de datos de INTERPOL, etc. Como vemos, desde el punto de vista de seguridad, la celebración de un mundial es mucho más compleja de lo que nos parece a los simples espectadores (y eso sin profundizar en protección de la información, que evidentemente también requieren estos eventos).