El dinero es una de las abstracciones más importantes que las personas han creado y cuyos beneficios han favorecido el desarrollo del comercio y de la sociedad en sí. Actualmente cuesta imaginarse una sociedad en la que las transacciones comerciales consistan en el trueque más que en el pago con algún tipo de moneda. Sin embargo, los avances tecnológicos, la creación de nuevas monedas y la proliferación de formas de pago alternativas están introduciendo importantes cambios en el comercio hasta el punto de que, en determinados establecimientos, no se admite el pago en efectivo.
Con la entrada de hoy queremos iniciar una serie de artículos relacionados con el dinero en los que hablaremos sobre las nuevas alternativas de pago existentes fruto de los avances tecnológicos y de las nuevas “formas de dinero” como son, por ejemplo, Google Bucks, Bitcoin, etc. Sin embargo, antes de abordar estas cuestiones, en esta primera entrada trataremos unas cuestiones que quizás nunca antes nos hayamos planteado: ¿cuánto cuesta el dinero? y ¿desaparecerá el dinero en metálico?
Son muchos los que opinan que el dinero en metálico terminará desapareciendo y que en un futuro “próximo”, todas las transacciones se realizarán electrónicamente. Ahora bien, al hablar de un futuro “próximo”, ¿estamos hablando que el dinero en metálico desaparecerá dentro de cinco, diez o quince años? Por otra parte, también podemos considerar la opción opuesta y pensar que ninguna otra forma de pago va a desbancar al pago en efectivo.
Según comenta Glenn Zorpette [1] existen principalmente dos motivos por los que el dinero en metálico se sigue utilizando. En primer lugar, la transacción en metálico es algo muy arraigado en la sociedad, especialmente en las personas de la tercera edad. Por el contrario, las nuevas generaciones están más familiarizadas con el pago electrónico, uso de tarjetas de crédito, las compras online, etc. Por lo tanto, podemos pensar que el relevo generacional propiciará la desaparición del dinero en efectivo.
El segundo motivo tiene que ver con que existen grupos a los que les interesa que exista el dinero en metálico por les permite realizar transacciones sin declarar. Es decir, les interesa seguir comerciando en “negro”. Estos intereses conforman una barrera mucho más difícil de salvar y para la que no existe una solución directa.
Indudablemente a estos dos motivos habría que añadir un tercero, la disponibilidad (o no disponibilidad en este caso) de sistemas para poder realizar el pago electrónicamente. Por ejemplo, hoy por hoy, no resulta factible pagar en la panadería con tarjeta si únicamente vamos a comprar una barra de cuarto (o al menos no en todas). Podemos pensar que no es conveniente pagar una cantidad pequeña (60 céntimos) con tarjeta porque los costes asociados al pago electrónico son demasiado altos para que la venta sea rentable. Ahora bien, ¿nos hemos parado a pensar en los costes asociados al dinero en efectivo? Es algo que quizás nunca nos hayamos planteado y nos sorprenderá descubrir que los costes de mantenimiento del sistema de pago en efectivo son tan altos como los asociados al pago electrónico.
Sobre esta cuestión, Mark Anderson [2] autor del artículo The high cost of money, compara diversos estudios realizados en el periodo 1995-2010 por Brinks, Food Marketing Institute, Coopers & Librand y el banco de Canadá, entre otras organizaciones, en relación a los costes del dinero. A continuación exponemos de forma muy resumida dos de los casos que contrasta:
- Costes asociados al sistema de pago con dinero en efectivo: Los negocios que tratan dinero en efectivo (que son la mayoría) tienen unos gastos fijos en cajas registradoras, cajas fuertes, servicios de seguridad y transporte del dinero, etc. Los gastos se sitúan entre el 0.5% y el 3% del pago total. Si bien es cierto que estamos hablando de un rango bastante amplio, en general estos gastos se situarán entre el 0.5% y el 1%.
- Costes asociados al sistema de pago electrónico con tarjetas: Tanto si se trata de una tarjeta de crédito como si es de débito, el coste asociado a este tipo de pago oscila entre el 1.5% y el 2.5%. En su mayor medida, los costes se deben a las tasas bancarias. Este tipo de pagos ve su coste reducido si en lugar de requerir la firma para autorizar la compra se hace uso del sistema PIN. El estudio fue realizado en 2010 y la mejora era sustancial ya que los costes se reducían más de la mitad, es decir, se situaban entre el 0.5% y un 1%.
Si bien es cierto que en los datos indicados no se aprecia una ventaja notable en el uso del dinero electrónico respecto al dinero en metálico, tal y como comenta David G.W Birch [3], estudios recientes indican que en la actualidad, el mantenimiento del sistema para poder realizar pagos con dinero en efectivo tiene unos costes indirectos que doblan los asociados al pago mediante tarjeta de crédito.
Nuevamente, la evolución de la tecnología ha sido un factor determinante para poder reducir los costes del dinero electrónico. Esta evolución también ha propiciado que existan nuevas alternativas de pago y, como una pescadilla que se muerde la cola, disponer de un abanico más amplio de opciones ha forzado a los implicados (fabricantes de dispositivos, operadores, sector bancario, etc.) a ajustar los precios haciendo estas opciones menos costosas.
De entre todas las alternativas, el pago a través del teléfono móvil es la que más se está extendiendo. En Japón y Korea se empezó a usar hace diez años y actualmente uno de cada seis usuarios de un dispositivo móvil lo usa para pagar sus compras. Más sorprendente resulta el caso de Kenia donde el modelo de pago con teléfono móvil es el más extendido del mundo (cuenta ya con más de 15 millones de usuarios). Esta forma de pago (M-Pesa), ha tenido tal aceptación que ya se está extendiendo a otros países como Tanzania o Uganda. En lo que respecta a Europa y EEUU, Google Wallet e Isis Mobile Wallet son las dos alternativas enfrentadas, de las que hablaremos en próximas entradas.
Para terminar me gustaría compartir que no creo que el dinero en metálico vaya a desaparecer a corto plazo; en mi opinión, al margen de los costes asociados al pago en efectivo, el factor diferencial que haga desmarcar el pago electrónico radicará en las ventajas que éste aporte en términos de simplicidad, usabilidad y seguridad. Tal y como ocurre en otras muchas ocasiones, la aceptación por parte del usuario es y será un factor determinante.
Referencias
[1] The beginning of the end of cash. Por Glenn Zorpette.
[2] The high cost of money. Por Mark Anderson.
[3] Let a thousand currencies bloom. Por David G.W Birch.
[Sobre el autor]
Me ha recordado a esta noticia de 2010 en la que ya se especulaba con que Suecia quería eliminar el dinero en efectivo: http://www.elblogsalmon.com/productos-financieros/suecia-quiere-acabar-con-el-dinero-en-efectivo
Personalmente me parece el futuro de cara a evitar falsificación de dinero, robos, o fraude.
Otro tema a tratar es la privacidad, ya que si ahora mismo el banco sabe cuanto dinero gastamos en cada cosa, no quiero pensar lo que pasará cuando Google, Paypal, o quien venga detrás sepa cuantas medicinas compramos, o si somos de Colacao o Nesquik.