Hoy tenía que sacar uno de esos informes que requieren una gran dosis de concentración y me disponía a hacerlo trabajando desde casa. Además, antes debía responder a un importante e-mail enviado por mi jefe la tarde anterior.
A las 06:30 ya estaba sentado delante del ordenador. Bueno, va: ya eran casi las 06:45. Lo encendí y mientras arrancaba puse la tetera al fuego. De entrada Windows me informó de una nueva actualización y yo, en un descuido imperdonable pese a las horas y la falta de cafeína y teína, elegí la opción de actualizar y reiniciar.
Inmediatamente apareció una pantalla azul. Instalando actualización 1 de 10.
“Diez”, pensé. “Esperemos que no sean de mucho calado”. Me fui a por el té y a la vuelta comprobé que seguía todavía en la actualización uno de diez. Viendo lo que tardó en cambiar el mensaje a dos de diez empecé a alarmarme. “Windows te acaba de fastidiar esa primera hora tempranera, despeinado ante el ordenador, que tan productiva te resulta. Asúmelo. Aprovecha y vete a la ducha.” Salgo de la ducha. Instalando actualización 3 de 10. Todavía la tres. Recojo el salón. Juguetes de los niños. Periódico del día anterior. Los múltiples mandos a distancia en su sitio. Estiro la funda del sofá. Ahueco los cojines. Instalando actualización 3 de 10. ¡Todavía la tres! Vamos por los veinte minutos.
Me pongo a recoger la cocina. Sartén y ensaladera de la noche anterior. Lavaplatos a medio poner. La encimera necesita una limpieza después de jugar a las cocinitas el fin de semana. Vuelvo. Instalando actualización 5 de 10. No sólo ha acabado la puñetera actualización tres si no que ya vamos por la cinco. Me quedo unos instantes mirando la pantalla. Instalando actualización 6 de 10. Esto me anima. No debe quedar nada. Decido esperar ante la pantalla. Instalando actualización 6 de 10… Instalando actualización 6 de 10…
El cuarto. Voy a recoger el cuarto. Aireo la habitación. Hago la cama. Meto los zapatos en el zapatero. Recojo ropa y la llevo a la galería. Vuelvo. Instalando actualización 6 de 10.
Recuerdo que ayer noche puse una secadora. Voy a doblar ropa. Toallas. Camisetas de los niños. Pijamas. Todo bien doblado. Y cada cosa en su sitio. Instalando actualización 6 de 10. La actualización seis está resultando más recalcitrante que la tres. Y por supuesto No apague ni desconecte el equipo. Y hace ya tres cuartos desde la maldita hora en la que hice click en actualizar y reiniciar.
No me enrollo más: después de la seis vino la siete. Luego la ocho, la nueve y la diez. Después pasamos a Trabajando en las actualizaciones. 10%, 30%… 100%.
Reiniciando. Su padre. La casa como los chorros del oro. Gracias Bill.
Preparando Windows. Llevo ya dos tés con leche. Con muy mala leche.
Unos minutos después pasamos de nuevo a Trabajando en las actualizaciones. 20%, 70%… 100% completado. Consuélate. Al menos no ha vuelto al principio. Sólo al paso dos. Y No apague el equipo, que los puntitos juguetones de Windows tienen que jugar unos minutos más al escondite, persiguiéndose en círculos una y otra vez.
Tras más de una hora de actualización por fin me aparece la pantalla de inicio y me puedo logar. Y ojo: tengo un equipo moderno con mucho disco, mucha memoria y un i5. Las 08:00 y no he empezado el informe. No he respondido a mi jefe. Igual piensa que estoy durmiendo. O que me da igual su mensaje. Aún no he empezado a trabajar y ya estoy estresado. Empezamos bien el día.
Conozco malware que causa menos problemas. Y es que atendiendo a la pérdida de disponibilidad sufrida podríamos clasificar el episodio arriba descrito como un ataque informático en toda regla. Y ya quisieran los malos poder desarrollar algo que pueda llegar a afectar a tantísima gente como éste ataque DoS de Microsoft.
Normalmente actualizo justo al final de la jornada. Windows me dice que no apague el equipo y que espere pero yo le hago caso a medias: vale, no apago el equipo; pero tampoco espero. Lo meto en el maletín y me pongo en marcha. Porque Windows no puede decidir a qué hora termino ni sabe si debo coger un tren o un avión o si tengo una cita en unos minutos o si tengo que recoger a los niños en el cole. Que actualice mientras yo hago otras cosas o voy de vuelta a casa. Pero esta mañana, un simple error matutino ha causado que Windows decidiera de manera unilateral que yo empezase a trabajar una hora y pico más tarde. Imagina las consecuencias si hubiera estado empezando una sesión de trabajo en un cliente. O si estuviera conectándome a un proyector en una sala de conferencias llena de gente. O si dispusiese de veinte minutos para repasar un informe antes de meterme en una reunión importante. O si…
Sirva este post como una alerta temprana.
CSIRT-CV, por favor, incluidlo en vuestro próximo boletín.
De nada.
Cuenta con ello, Alberto.
Estupendo post y bienvenidas sean las actualizaciones de Microsoft si además estimulan tal primor doméstico.
Al menos aprovechaste el tiempo. Si te llega a pasar en la oficina no habrías podido arreglar la casa :)
Me ha pasado en una reunión en la empresa, donde he tenido que salir corriendo a conseguir otra laptop para la presentación :(
Y lo contenta que se puso tu mujer cuando llegó a casa y se encontró con ya estaba todo hecho ¿qué?
seré el primer pedante en decir que eso te pasa por usar güindous ;)
Las actualizaciones automáticas son una recomendación por parte del fabricante (en ningún caso son una obligación). Se pueden desactivar y ser un usuario responsable que actualiza el sistema manualmente y de forma periódica. Ahí lo dejo :-).