Desde los inicios de la civilización, diferentes individuos han intentado ejercer el control sobre el resto de la población. Antiguamente era el más fuerte el que tenía este control, a través de la intimidación o proporcionando protección frente a otros agresores. Con el nacimiento de la ética y las ciencias políticas esto cambió (en teoría), ya que se pasó a controlar a las masas mediante la palabra (de nuevo, en teoría), jugando con los miedos, deseos y creencias de las personas, como pueden ser las religiones. Y en cualquier caso, como dice Max Weber, a los estados siempre les quedará el uso legítimo de la violencia para ejercer tal control. Eso, a grandes rasgos y con más de una imprecisión.
Pero esto no es un blog de sociología, política o filosofía, por lo que el lector se preguntará: ¿a dónde quiere ir con esta introducción? Pues como alguna persona ya imagina: hacia la nueva herramienta de control de masas: “Pokémon GO”. Si piensan que exagero, es que han estado alejados de la realidad estos últimos días.
Hace unas horas leía en los titulares de las noticias: “A lo que llega el ser humano cuando aparece un Vaporeon en Central Park”, ya que en la noche del pasado viernes, cientos de personas se habían apresurado a dirigirse al interior de Central Park en Nueva York. ¿Que estaba ocurriendo? ¿Había algún evento? ¿Quizás algún famoso firmando autógrafos? ¡Se trataba de un Vaporeon! Un raro pokemon, una criatura de ficción de la que seguro que todo el mundo ha oído hablar. El problema no reside en el afán de cuatro aficionados por obtener este animalito e incluirlo a su colección virtual. En vídeos grabados esa misma noche, se observan coches abandonados en la vía pública, transeúntes que obran de manera arriesgada y otras muchas tropelías para no perder esta inusual ocasión de capturar el pokemon en cuestión.
Hace años que muchos nos planteamos el volumen de información que facilitamos a las grandes corporaciones de Internet de manera “gratuita” (ya saben: “cuando algo es gratis, el producto eres tú”). Hace menos de medio año, yo mismo me sorprendía cuando Google me preguntaba sobre sitios que había visitado, me recomendaba la hora y ruta que seguir para ir y volver del trabajo (sin yo indicarle ubicaciones ni horarios), o me recordaba dónde había aparcado mi coche (con una exactitud casi terrorífica).
Es una tendencia creciente el uso de aplicaciones que transforman a las personas en hormigas recolectoras de información, tanto propia como de amigos, conocidos, familia, etc. Aplicaciones que te animan a moverte dando recompensas por correr, conquistar zonas de tu ciudad o buscar tesoros por el mundo son perfectas fuentes de información que, tras un análisis mediante Big Data, dan patrones de comportamiento que pueden valer millones. Uno de los casos recientes más sonados es Ingress, predecesora de Pokémon GO (no por nada ambas han sido desarrolladas por Niantic).
Ingress es una aplicación que, tras una pequeña historia introductoria, te anima a unirte a uno de los dos equipos existentes, separados por sus creencias ideológicas, con el objetivo de conquistar puntos estratégicos que dan una ventaja a tu bando. Como es de esperar, la aplicación recopila una gran cantidad de información sobre puntos estratégicos de interés, imágenes sobre estos y rutas óptimas para llegar a ellos. Lo más interesante de este “juego” era la posibilidad de proponer portales (estos eran los puntos a capturar) que, tras la aprobación por parte de Niantic, se convertían en un punto clave. Digo “era” porque esta función parece estar desactivada tras la cantidad de propuestas recibidas. ¿A quién no le gustaría tener un portal en su casa, trabajo o comercio?
A día de hoy, me empieza a preocupar más la posibilidad creciente de movilizar masas como si fuéramos piezas de ajedrez. La capacidad de una empresa de generar puntos de afluencia masivos a discreción (o interés), ejerciendo un impacto considerable sobre la vida “real”. ¿Cuánta gente acudirá en busca de un objetivo virtual y gastará su dinero en comercios cercanos? ¿Qué hay de los desplazamientos? ¿Generará un incremento de uso de transportes públicos o por el contrario colapsara zonas como pasó el viernes en Nueva York?
Nadie ha dicho que sea fácil, pero ahora sabemos que sí es posible. El último y necesario ingrediente de la fórmula consistía en encontrar algo que pudiera enganchar mucha más gente, y lo han encontrado: Pokémon. ¿Por qué no aprovechar una franquicia con 20 años de éxito demostrado, que ha movido numerosas generaciones, y cuya temática es perfectamente adaptable a un entorno físico? ¿Y si añadimos esto a la información e inteligencia ya generadas? Presentamos Pokémon GO: una aventura en la que capturar todo un mundo de fantasía… ¡En el mundo real!
“El otro día, salimos los amigos a tomar algo y terminamos tomando unas cañas cerca de una Pokeparada”.
Estas son las palabras de un conocido, que reconoce que eligieron el bar en función de la cercanía a un punto de interés de este juego. Todas las evidencias parecen sugerir que Niantic ha sido la primera en conseguir algún tipo de control/movimiento de masas, influyendo en el comportamiento de seres humanos que se encuentran a miles kilómetros de distancia unos de otros; personas que hablan diferentes lenguajes, tienen distintas culturas y viven en ecosistemas urbanos muy diversos. Corren rumores de que la empresa puede estar planeando vender puntos de interés al mejor postor, lo que podría ser un reclamo superior al del ya mágico cartel: “WIFI GRATIS”. Masas de gente eligiendo acudir, un sábado por la tarde, a determinado centro comercial en lugar de a su competencia por la aparición de algún pokemon especialmente raro que capturar, o un gimnasio que superar.
Pero muy a mi pesar, esto solo es la cara más agradable del asunto. También hay multitud de titulares hablando de gente al borde de la ilegalidad o totalmente inmersos en ella por entrar en propiedades privadas, conducir mirando el móvil o incumplir derechos por las imágenes que, de manera totalmente inofensiva, han subido a redes sociales.
Pokémon GO parece ser la primera aplicación móvil, y no será la última, capaz de interferir en la vida real de manera muy significativa, lo que tiene visos de plantearse como el futuro del control y movimiento de masas: un mundo virtual superpuesto al mundo real que proporcione al usuario una sensación de éxito personal suficiente como para modificar su comportamiento habitual. Un reclamo adecuado, sumado a un público objetivo lo suficientemente grande y motivado, y el resto ya lo conocemos. Insisto: no es fácil, pero es posible.
Con este post no pretendo disuadir a ningún usuario de jugar a este juego. Yo también he crecido con la generación Pokémon y entiendo lo atractiva que resulta la realidad aumentada, e incluso me siento tentado a instalarme la aplicación. Pero este es un fenómeno que merece cierta atención y que sin duda dará mucho que hablar en el futuro, no sólo en el plano tecnológico sino en el social y muchos otros. En cualquier caso, usen la cabeza y no se transformen en marionetas fanáticas; seguro que quieren evitar aparecer en alguno de los muchos titulares que se observan últimamente en las noticias.
(Bola extra: según la Fundación del Español Urgente, Fundéu BBVA, la palabra Pokémon se escribe con mayúscula por tratarse de una marca registrada, conservando la tilde, mientras que para aludir a los personajes del juego es preferible la forma lexicalizada pokemon, en minúscula y sin tilde).