Desde hace algún tiempo vengo observando en las redes sociales la extraña circunstancia en la que una persona como yo, 46 años y de apariencia normal, tiene “éxito” en las redes sociales. Me invitan a conectar mujeres de todas las nacionalidades conocidas, aparentemente despampanantes y que, en muchos casos, tienen conocidos reales en común.
Es una sensación extraña, lo cual me invita a investigar un poco dada mi condición de empleado de una compañía de ciberseguridad.
Las conclusiones son evidentes: soy, para mi sorpresa, exactamente la misma persona que era y, por tanto, el supuesto éxito no era tal. No obstante, parece que el hecho de que aceptemos esta invitación no tenga que ocasionar ningún daño; como mucho, sencillamente, verán mis fotos de las últimas vacaciones con mi mujer e hijos o, mejor, yo podré ver las suyas que quizá incluyan un sugerente viaje a Brasil.
Pues no amigos. Es una actitud que puede acarrear serias consecuencias, aunque parezca mentira.
Últimamente se han puesto de moda siguiendo este “inofensivo” sistema, ciberextorsiones graves a personas casadas. Sí, casadas, puesto que, claro está, por ejemplo Facebook sabe exactamente si estamos o no casados y quien es nuestra pareja. Y dado que, como ha ocurrido toda la vida, las posibles infidelidades o actitudes “indecorosas” pueden acarrear serios problemas en la pareja, es algo que los ciberdelincuentes pueden utilizar para tratar de obtener un beneficio económico a cambio de no destrozar nuestra familia.
El procedimiento es parecido al que sigue:
Una mujer despampanante me invita a conectar, compartimos algunos contactos que yo conozco, por lo que no me levanta ninguna sospecha, y aunque quizá debiera preguntarme cuantas veces una mujer tan guapa me ha invitado a comer en el mundo real, me parece que en el virtual es de lo más normal y acepto.
A partir de aquí comienza el espectáculo. Poco a poco va entablando conversaciones conmigo, ganándose mi confianza hasta que un día me solicita un intercambio de por ejemplo, fotografías algo más subidas de tono… Es entonces cuando todo cambia y, la preciosa y divertida señorita (o señorito), se convierte en un acosador. Nos dicen que van a publicar esas fotografías y otras retocadas, claro, a todos nuestros conocidos para que vean cómo nos comportamos…. ¿Lo siguiente? Supongo que ya se lo imaginan… Dinero. Seguramente puede parecer algo que, sin duda, a mí no me pasaría. No obstante merece la pena darse cuenta que, cuando los delincuentes siguen estos sistemas es porque muchas personas pican el cebo y los “malos” obtienen pingües beneficios de esta actividad.
Hoy, más que nunca, hay que enfatizar la importancia de aplicar el sentido común en las redes sociales. No se trata de tener más amigos que nadie, los conozca o no. Y al igual que no iríamos a la fiesta de un total desconocido que nos acaba de invitar, tampoco tenemos que aceptar cualquier invitación, ya que son vías por las que, como hemos visto, nos pueden venir los problemas.
Pero no sólo a nosotros. El hecho de otorgarles nuestra confianza al permitirles entrar en nuestro reducido círculo de amistades, les proporciona una buena coartada para atacar, a su vez, a todo nuestro círculo. Ellos, ahora, le dan un plus de confianza a ese nuevo contacto que nos pide que le aceptemos, en base a un número de amigos comunes.
Por lo tanto, con esta actitud tan irreflexiva, estamos poniendo en peligro a todo nuestro círculo de amistades “reales”; incluso a nuestros hijos.
Una visión muy acertada de una situación muy extendida.
Si me permite, añado un par de cosas más:
Opino que el último punto del artículo es de los más importantes del mismo. Un contacto nuestro que sea indiscriminado a la hora de entablar relaciones online con otras personas se vuelve un vínculo débil en nuestra “cadena” de seguridad. No sólo porque sospecharemos menos de un “Amigo de Amigo”, sino porque esta persona tiene ahora acceso indirecto a información nuestra a través de nuestro contacto. Es decir, aunque nos cuidemos mucho de que presentamos en nuestros perfiles sociales, nuestros amigos pueden ser menos cuidadosos y revelar inadvertidamente información sensible.
De la misma forma, nuestra indiscreción puede crear vulnerabilidades para la seguridad de nuestros contactos.
Otro punto vulnerable son los Grupos, ya sean de contactos de LinkedIn o de intereses comunes de Facebook, o análogos de otras redes sociales. Estos grupos anuncian tu presencia en su página y revelan ya un interés nuestro, dando una oportunidad para que un interesado en vulnerar nuestra seguridad se introduzca como una persona con un interés común con quién se puede entablar conversación.
El rastro informático que dejamos es largo y permanente, así que hemos de tomar precauciones constantes para mantener nuestra vida real a salvo de ataques informáticos.
Es muy importante configurar las redes sociales para evitar ciertos peligros.
Muchas gracias por el artículo.
Gracias por vuestros comentarios Ramón y Jesús.
Creo que es esencial aportar nuestro granito de arena y contribuir a que la gente pueda ver cómo estamos llevando a las redes sociales comportamientos que en el mundo real nos parecerían espeluznantes. Con estos comportamientos nos arriesgamos nosotros mismos pero lo más importante, como bien aporta Ramón, comprometemos la seguridad de nuestro círculo de confianza.
Si somos conscientes de los riesgos nos hacemos más fuertes.
Totalmente de acuerdo con lo que comentas en el artículo, tristemente el sentido común es el menos común de los sentidos.
Gracias por el artículo.