No cabe duda de que, durante los últimos años, el número de operaciones en el ciberespacio con una motivación política ha ido en aumento. Bajo el análisis del contexto geopolítico, podemos encontrar una de las causas del auge de este nuevo modelo de guerra.
Desde la II Guerra Mundial no ha habido un conflicto bélico entre dos naciones del primer mundo. Esto evidencia cómo las grandes naciones han trasladado el choque de intereses a metodologías menos clásicas, como puede ser la utilización de guerras subsidiarias, la guerra comercial y, desde hace algunos años, la ciberguerra.
Sin embargo, es la utilización de la ciberguerra lo que permite interpretar el contexto geopolítico actual, pues ofrece una serie de particularidades como conflicto que permiten adecuarse de manera acorde a las relaciones internaciones contemporáneas.
Equilibrio internacional
En 1648, a raíz de la Guerra de los Treinta años, los Estados europeos encontraron la necesidad de estructurar unas bases en las relaciones internacionales. Dichos acuerdos quedarían registrados bajo el nombre de Paz de Westfalia y se establecería el reconocimiento de la soberanía de cada Estado, creando un complejo entramado de intereses que prohibiría la intromisión de los asuntos internos de cada uno.
De esta manera, el Estado no sólo debía de ser más fuerte que su rival, sino que tendría que ser más fuerte que la suma de todos los Estados participantes, pues la alteración de dicho equilibrio afectaría a todos ellos.
El equilibrio westfaliano fue puesto en jaque en numerosas ocasiones, por ejemplo, por Napoleón o Otto von Bismark. Finalmente, el idealismo wilsoniano fue puesto en práctica primero en la Sociedad de Naciones y, más tarde, en las Naciones Unidas, creando una serie de organismos supranacionales de carácter regulador que han arbitrado hasta la fecha las relaciones internacionales.
La guerra de baja intensidad
No cabe duda de que la creación de estos organismos supranacionales son parte del motivo por el que el número de conflictos de alta intensidad ha disminuido, sin embargo, el filósofo Michel Foucault estableció en los años 70 un nuevo modelo de guerra perenne en el tiempo y de baja intensidad.
Debido las posibles consecuencias de una guerra nuclear, Foucault estableció que las naciones debían encontrar metodologías políticas para la resolución de conflictos al margen de la utilización de un tipo de armamento que conduciría a la destrucción del planeta.
Así pues, la limitación de la actuación de la diplomacia que definió Carl von Clausewitz bajo su conocida frase: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, quedaba invalidada por Foucault. Para Clausewitz existía un tiempo para la política y otro para la guerra. Foucault, por el contrario, estableció que la imposibilidad de utilización de todo el potencial bélico, además de la aparición de intereses comerciales a lo largo del planeta, conduciría a que la utilización de un gran impacto sobre una nación hostil resultara perjudicial incluso para el perpetrador.
De este modo, el conflicto entre naciones iría migrando progresivamente hacia una guerra de baja intensidad, donde las naciones llevarían a cabo pequeños actos que permitieran una pequeña mejora en la posición política en las relaciones internacionales.
Ciberguerra
La aparición de las tecnologías de la información y la comunicación, junto a su utilización de manera gubernamental, ha conducido a que los Estados sean vulnerables a las acciones de ciberguerra. Es más, la aplicación de acciones virtuales permite dejar al margen las capacidades reguladoras de los organismos supranacionales, de este modo, es posible de manera instantánea, anónima y global, llevar a cabo una acción que provoque un impacto económico o político en un Estado.
Esto resulta en que la ciberguerra no es sólo una metodología de guerra alineada con el contexto sociopolítico actual y predicho por Foucault, sino que se trataría de su máximo exponente.
Un claro ejemplo de su aplicación lo tenemos con el tan conocido caso de Stuxnet. Irán, una nación ubicada en una zona con una clara inestabilidad política fue objeto de una de las campañas de ciberguerra más sofisticadas hasta la fecha. Las consecuencias de una intervención militar convencional habrían sido catastróficas, tanto a nivel humano como a nivel geoestratégico, pues el descabezamiento del gobierno de Mahmud Ahmadineyad podría haber dejado el país en manos de grupos islamistas radicales, como ha ocurrido en Irak o Afganistán, países con los que comparte frontera.
Este ejemplo permite ilustrar cómo la ciberguerra permite esa nueva interacción entre naciones bajo un nuevo plano no regulado hasta la fecha y cuyas repercusiones permitirán la posible interpretación de un nuevo paradigma sociopolítico.
Las consideraciones teóricas planteadas en este artículo están expuestas en su totalidad en el libro “Omnium contra Omnes: Análisis político-militar de la guerra en el ciberespacio”.