GOTO XII: Certificaciones de seguridad

Hay pocos temas capaces de generar tanto debate dentro del campo de la seguridad informática como el de las certificaciones: son geniales, no sirven para nada, generalistas, de producto, con cebolla, sin cebolla… Defensores y detractores esgrimen argumentos bastante válidos a la hora de defender y cuestionar el valor real de las certificaciones de seguridad.

Imaginemos por un momento que tenemos un casco que nos permite, con tan solo pulsar un botón, convertirnos en un fanboy de las certificaciones o en su enemigo más acérrimo. Casco en mano (bueno, en cabeza, la seguridad es lo primero) vamos a repasar algunos argumentos a favor o en contra de las certificaciones de seguridad.

Pros

  • Sirven para conseguir entrevistas: Uno de los problemas principales que tiene el personal de RR.HH. para seleccionar candidatos para un perfil es saber quién puede ser un buen candidato (la contratación en seguridad informática tiene su tela, y merece un artículo por sí sola). Las certificaciones de seguridad les vienen como anillo al dedo ya que les proveen de las buzzwords necesarias para poder discriminar candidatos. El tener o no tener las certificaciones correctas puede indicar en muchos casos el paso a la siguiente fase de un proceso de selección.
  • Son personales: Se van contigo debajo del brazo cuando cambias de trabajo y son (mantenimiento mediante, del que ya hablaremos) para siempre. A las empresas les suelen gustar las certificaciones, por lo que es un buen argumento a la hora de negociar salarios.
  • Demuestran motivación: Se puede entrar a trabajar en seguridad informática desde muchos perfiles (desarrollador, administrador de sistemas, de redes, etc…) De la misma forma, se puede entrar porque de verdad te apasiona la seguridad o simplemente porque es un campo que ahora está de moda y por ende hay mucho trabajo y/o está bien pagado. El que alguien tenga certificaciones de seguridad demuestra en cierta medida que “va en serio” con la seguridad, y que quiere desarrollar su carrera en esta área. La dedicación y la motivación en nuestro campo cuentan. Y mucho.
  • Le gustan a tu empresa: Muchos concursos públicos tienen un apartado puntuable relativo a la calidad del personal que va a ejecutar el proyecto. Dado que el 95% del personal van a ser ingenieros y/o grados, las únicas formas de cuantificar la calidad del personal son los años de experiencia… y las certificaciones de seguridad que poseen. Además, a nivel de marketing que una empresa pueda decir que tiene N-cientas certificaciones le sirve para sacar pecho, lo cual tampoco les viene mal.
  • Se aprenden cosas nuevas: Nadie sale de la carrera convertido en un experto en seguridad informática. Por mucho que hagamos cursos y nos formemos, siempre hay aspectos o temas particulares que se nos pueden escapar. El preparar una certificación de seguridad (casi siempre relacionada con un campo específico) nos fuerza a profundizar en ese campo, afianzando conceptos y mejorando nuestro conocimiento del tema.
  • Se aprende jerga nueva: En muchas certificaciones se estudian conceptos que no son puramente técnicos, pero que ayudan a comprender el negocio de la seguridad. Saber qué entienden los auditores como “apetito del riesgo”, o los gestores de servicios TI como “gestión del cambio” amplia nuestra visión del negocio y ayuda a comprenderlo mejor.
  • Superación personal: El pensar que se controla un tema está muy bien. El pasar una prueba objetiva que demuestre que lo dominas está mucho mejor.

Contras

  • Su valor real es discutible: Se puede aducir que obtener una certificación es similar a estudiarse un libro y pasar un examen, no significando necesariamente que se posea la profundidad de conocimientos implícita en la certificación.
  • El coste es elevado: La mayoría de las certificaciones tienen un coste elevado. Sentarse en el examen suele empezar en 500€, a lo que hay que sumar el material de estudio de la certificación y los (a veces opcionales) cursos de preparación a la certificación.
  • Los exámenes no son adecuados: Aunque hay excepciones, prácticamente todos los exámenes de las certificaciones están compuestos de preguntas con respuesta múltiple (con respuestas discutibles en muchos casos), quedando fuera los ejercicios y los casos prácticos que pueden demostrar realmente el conocimiento del examinado. Y pobre de ti si eliges hacer el examen en castellano, ya que traducir una pregunta ya per se complicada en inglés y hacer que mantenga el espíritu de la misma es a veces imposible.
  • Mantener la certificación es un infierno: Una vez conseguida la certificación, en muchos casos es necesario mantenerla mediante los famosos CPE (Continuing Professional Education), actividades formativas que deben ser realizadas para mantenerse al día en el ámbito de la certificación. Los CPE a priori parecen una buena idea ya que obligan al certificado a reciclarse de forma periódica, pero el trámite burocrático en algunos casos es, por así decirlo, costoso.
  • Si no tienes certificaciones, no eres bueno: Se puede producir un efecto de lógica retorcida que induzca a pensar que “dado que si tienes certificaciones eres bueno, si no las tienes eres malo”, cuando hay profesionales de altísimo nivel que no poseen ni una sola certificación.

Si estás pensando en certificarte, aquí tienes unos cuantos consejos:

  • Decide si necesitas certificarte: Una certificación tiene sus beneficios, pero tiene su coste (tanto en dinero como en tiempo de preparación). Infórmate acerca de la certificación y sobre todo cómo puede ayudar a mejorar tus conocimientos y tu perfil profesional.
  • Entérate de lo demandada que está en España y en el extranjero. Una buena técnica es buscar en Infojobs o Tecnoempleo las ofertas que la piden, para hacerte una idea de cuán solicitada está.
  • Lee bien toda la letra pequeña, sobre todo en lo referente a los requisitos de acceso (en algunos casos hay que tener experiencia previa certificable), si es obligatorio hacer un curso preparatorio y lo que hay que hacer para mantenerla. Tampoco está de menos saber cuándo y dónde se pueden hacer los exámenes (algunas certificaciones tienen fechas fijas y solo se pueden hacer en Madrid/Barcelona, mientras que otras se pueden hacer todo el año en centros autorizados en casi todas las comunidades).
  • Plantéate si estás preparado: Una certificación al fin y al cabo es un examen, por lo que hay que llevar la materia bien preparada. Y dado que sentarse al examen cuesta un dinero, evalúa si tienes los conocimientos necesarios para superarla a la primera.
  • Intenta que la pague tu empresa: Al final la certificación viene bien a tu empresa, y cuenta como formación, por lo que intenta convencer a tu jefe para que corra a cuenta de la empresa (en algunas consultoras curiosamente te pagan pero casi obligan a que te saques una certificación al año hasta tener las X decididas como óptimas). Otra opción es que te dejen tiempo para prepararla dentro de tu jornada laboral (en alguna empresa se montan hasta grupos de estudio).
  • Hazte con un buen material de estudio: Muchas certificaciones tienen guías oficiales, o libros que aglutinan el temario y lo explican de forma coherente y completa. Entérate de qué material de estudio es el mejor para cada certificación.
  • Cuidado con los dumps: Dado que casi todos los exámenes son de preguntas con respuesta múltiple, y que en muchos casos se reutilizan preguntas, es posible encontrar en Internet dumps (recopilaciones de preguntas de otros años y/o de pruebas). Algunos sitios de Internet aseguran tener “todas las preguntas” del año, para que solo tengas que estudiarte las respuestas y pasar así el examen (sic). Mucho cuidado con estos dumps, porque las preguntas cambian cada año y en muchos casos las respuestas son erróneas.
  • Planifícate: Una certificación acaba siendo como una carrera. Decide cuánto entrenamiento necesitas, y hazle el hueco necesario en tu día a día. Meterte entre pecho y espalda 20 temas en un fin de semana no es la mejor forma de aprobar.
  • Si apruebas, haz el papeleo cuanto antes: Si superas el examen, el trabajo no ha terminado. Toca hacer todo el papeleo administrativo (acreditar años de experiencia, adjuntar fotocopias de títulos, recoger firmas de jefes, etc…). Cuanto antes lo hagas antes te lo quitarás de encima, aparte de que te evitarás posibles problemas (como tener que pedirle una firma a un antiguo jefe, algo que aquí puede costar lo suyo).

En mi opinión personal, las certificaciones de seguridad aportan valor… pero podrían aportar más. Exámenes con un contenido práctico más elevado (aunque hay algunas que sí lo tienen, son la excepción) y con un temario moderno y actualizado año a año probablemente incrementarían su dificultad (tanto de hacerlo como de corregirlo), pero haría que fueran mejor valoradas por la comunidad.

Y por supuesto, es necesaria la aplicación general del sentido común (también conocido por ser el menos común de los sentidos) y una buena dosis de humildad. El tener una firma de correo con dos líneas de cargos más otra línea de certificaciones no te convierte automáticamente en el rey del mambo. Y si te presentas en según qué ambientes como “Pepe Palotes, Cert1, Cert2, Cert3” estás cogiendo boletos para hacer el ridículo.

De la misma forma, aunque seas un “L33T Haxxor” que reniegas de las certificaciones cual Linus Torvalds de Microsoft, tampoco es de recibo llamar “corporate bitch” a alguien que sí que las tenga.

Tanto si estamos a favor como en contra de las certificaciones de seguridad, no se puede negar que son un aspecto a tener en cuenta en la realidad actual de la seguridad informática. Lo mejor que podemos hacer es… convivir con ella.

[Full disclosure: El autor posee las certificaciones CISA, CISM, CISSP, CHFI, CCSK e ITILv3f].

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