“Lo que fue, eso mismo será. Y lo que se hizo, eso mismo se hará. Y no hay nada nuevo bajo el sol.” Eclesiastés, 1:9.
La posibilidad de que ataques cibernéticos afecten al normal funcionamiento de infraestructuras claves para el sostenimiento de las sociedades modernas es una causa creciente de preocupación entre todos los agentes implicados. Prueba de ello son los recientes desarrollos normativos que están teniendo lugar y que en nuestro país se sustancian en la Ley de Protección de Infraestructuras Críticas y el Reglamento que la desarrolla.
Una de las características del temor que produce esta amenaza proviene del hecho de que no sigue una de las reglas establecidas de los enfrentamientos a que la sociedad está acostumbrada: identificar al enemigo. En efecto, hasta este momento los ataques contra una sociedad se producían en el contexto de una guerra o un ataque terrorista. El enemigo, por tanto, era conocido (incluso en el caso de ataques terroristas, ya que estas acciones buscan que la parte atacada sepa quién infringe el daño). Ahora, sin embargo, se toma conciencia de que elementos claves de una sociedad pueden ser atacados inadvertidamente y por un enemigo sin rostro, del cual, además, se desconocen sus motivaciones y por tanto no podemos prever su forma de actuar. Incluso se nos puede atacar de forma remota sin necesidad de encontrase físicamente entre nosotros.
Sin embargo, por muy novedoso que nos pueda resultar esto, en una fecha tan temprana como 1961, mucho antes de los ordenadores personales y las redes de comunicación, ya se previó que una eventualidad como ésta se podría producir. Hablamos de A por Andrómeda, una serie de televisión de la BBC que posteriormente se trasladó a novela, escrita por Fred Hoyle (físico especialista en cosmología) y John Elliot (productor de televisión).
¿Y cómo tenía lugar un ataque de este estilo en la infancia de las TIC? Avancemos el argumento aunque sin revelar el final, por si alguien siente interés en acudir a las fuentes por sí mismo.
En el radiotelescopio más avanzado del mundo, recién construido en Inglaterra, se recibe de pronto una señal cíclica procedente de un punto del cielo en la constelación de Andrómeda. Tras descartar un origen terrestre o incluso un satélite artificial (el Sputnik I se lanzó en 1957 y en 1961 el total de artefactos en órbita se podían contar con los dedos de una mano) los científicos responsables llegan a la conclusión de que se trata de una señal de origen genuinamente extraterrestre. Tras realizar un análisis del mensaje con los medios informáticos de la época (toneladas de equipo a base de válvulas y cables con interfaz por medio de tarjetas perforadas) se concluye que éste consta de tres partes: la primera son las instrucciones para construir un computador de potencia desconocida en la Tierra, la segunda parte es el programa que se ejecutará en ese computador y la tercera los datos sobre los que el programa debe trabajar.
Con toda la parafernalia de secretismo, instalaciones militares, etc. habituales se lleva a cabo la construcción y puesta en marcha del supercomputador (que naturalmente necesita un edificio completo para alojarlo y cuya sala de control se encuentra en el interior de la propia máquina). Y sin embargo, tan pronto se comienza a proporcionar datos a la máquina y recibir sus respuestas John Fleming, el investigador principal, siente que el supercomputador tiene un interés propio, representando la voluntad de los emisores de la señal desde un lugar tan remoto como desconocido…La máquina ejecuta un programa con un fin ignoto mientras los científicos proporcionan los recursos físicos que va demandando. En ese momento Fleming toma conciencia de que posiblemente se enfrentan a un dispositivo destinado a tomar el control de la Humanidad.
La serie/novela avanza interesantes cuestiones relativas a la inteligencia artificial, computadores, ataques cibernéticos y guerra biológica a pesar de que la materialización de la tecnología pueda resultarnos actualmente absolutamente arcaica. De hecho, posiblemente sea la primera descripción detallada de un ataque deliberado mediantes medios cibernéticos, a distancia y sin conciencia de peligro por la parte atacada. Y es que, realmente, no hay nada nuevo bajo el sol…
Una nota final para los interesados. Lamentablemente sólo se conserva uno de los episodios de la serie original y no existen ediciones actuales en castellano por lo que, si queréis conocer el resto de la historia, deberéis recurrir a una de las versiones en inglés que se hicieron posteriormente o leer el libro “A for Andromeda” (Amazon).