A estas alturas empieza a ser difícil encontrarse con una organización que no quiera invertir tiempo y esfuerzo en la seguridad. Aunque queda camino por recorrer, poco a poco la madurez en la seguridad está evolucionando desde el “si no falla ni nos han entrado, no pasa nada” al “debemos controlar el riesgo“, de modo que ha habido una migración en los últimos años en cuanto al foco de la seguridad. Ésta ya no se centra sólo en la disponibilidad de los servicios, sino también en la integridad de los mismos; las diferentes normativas que se han elaborado en estos años, como la LOPD o el Esquema Nacional de Seguridad ha ayudado mucho a que la seguridad esté cada vez mas presente en todas las organizaciones. Conceptos como “correlación”, “IPS”, “consola de gestión” o “monitorización” son cada día más conocidos y ya no suenan a jerga especializada.
Sin embargo, a pesar de esta mejora la seguridad sigue siendo vista no como un aspecto que debe envolver todos los demás, según una perspectiva holística, sino como otro elemento más en nuestra infraestructura de red (el firewall, un router, la VPN) o como una auditoría que nos revela fallos que solventamos. Es decir, como un elemento o acción puntual y aislada que nos permite incrementar nuestra seguridad o a veces tan sólo la percepción de seguridad. Existen varios efectos colaterales de esta manera “compartimentada” de abordar la seguridad, que les indico a continuación:
- Los beneficios del proyecto no se trasladan de manera efectiva a la organización, sino que se limitan a aquel departamento que ha promovido la iniciativa. No resulta nada raro que una organización decida abordar una auditoría 27002 pero el resultado efectivo sea la mejora de aquella parte de la seguridad de la que el departamento promotor es responsable, generalmente IT, por una simple cuestión de autoridad y competencias.
- Las implantaciones de nuevos sistemas, productos o elementos se quedan “cojas”, introduciendo incluso nuevos problemas de seguridad; un concentrador VPN es mucho más que un elemento de red que nos permite acceder remotamente a la organización: requiere procedimientos de alta y baja de usuarios, revisión periódica de usuarios, actualizaciones, políticas de utilización acceso remoto (y teletrabajo si es una de sus funciones), etc.
- El propio enfoque de la seguridad, unido a que se trata en muchos casos de iniciativas o proyectos “departamentales” e incluso en ocasiones casi personales, hace que no sea nada raro que el conocimiento y la experiencia que se deriva de estas iniciativas quede “atrapado” en el personal implicado en el proyecto. De este modo, no se incorporan al know-how de la organización, y se limita su utilización en posteriores iniciativas.
Aunque los tres efectos indicados son igualmente perniciosos, me gustaría incidir un poco más en el último. Si las lecciones aprendidas quedan dentro de las “cabezas pensantes” del personal de comunicaciones, el personal de sistemas, o tan sólo el responsable de IT, y no se traducen en documentos y acciones formales o incluso informales, no se tarda mucho en convertirse en departamentos reactivos, incapaces de responder de forma coordinada y sobre todo, anticipada y preventiva. Por utilizar una expresión que seguro que muchos conocen, el resultado es que nos limitamos a apagar fuegos. Claro que más de uno pensará: ¿Cómo demonios me voy a poner a pensar en detectores de humo cuando tengo una habitación llena de fuego? Pues haciendo que los cambios en la manera de trabajar se introduzcan de forma gradual, poco a poco. Es fantasioso pretender que elaborar procedimientos, documentación o introducir algo de necesaria burocracia en el día a día no vaya a afectar a nuestra manera de trabajar, tanto en la carga de trabajo que implica su elaboración e implantación, como en el rechazo que mostramos ante cualquier cambio de rutina, aunque su consecuencia sea positivo.
La cuestión, al final, radica en garantizar que el aprendizaje diario permanezca en la organización y no en la cabeza de esta o aquella persona, ya sea a través de procedimientos formales o informales, que permitan cumplir con la legalidad, retener el conocimiento, y que deben ser aplicables en el día a día de la organización. Esto en ocasiones puede entrar en conflicto con una mala concepción de la “imprescindibilidad” que algunas personas tienen, pero sólo de esta manera seremos capaces de transmitir el conocimiento de las personas a la organización, evitando caer en pequeñas parcelas de conocimiento y de poder, que sólo obstaculizan el normal funcionamiento de la empresa.
(Entrada elaborada en colaboración con Manuel Benet)