Al hilo de lo que comentamos en el anterior artículo The blackout, ¿puede que todo lo que sucedió en Turquía el 31 de Marzo no se debería estrictamente a causas técnicas y fallos humanos?
Atacar un sistema eléctrico nacional para provocar un cero de tensión no es trivial, a pesar de que en el imaginario colectivo del siglo XXI tales sistemas son la infraestructura crítica por excelencia y aparentemente constituyen el primer objetivo de cualquier terrorista. Podemos pensar en dos aproximaciones. La primera, que está en la línea del artículo del Observer, consiste en desconectar una a una las infraestructuras que abastecen a todos los clientes: o abrimos interruptores en todas las líneas de transporte, o disparamos todos los grupos de las centrales de generación, o las desconectamos de la red abriendo los interruptores en las líneas de evacuación, o abrimos todos los interruptores de cabecera de las líneas de distribución.
Esto supone un grado de infiltración del sistema eléctrico de un país absolutamente total, requiriendo, además, tener capacidad de control y mando para coordinar todas las actuaciones simultáneamente (en realidad no hace falta llegar al 100% de infiltración, ya que eventualmente se inducirá un desequilibrio tal en el sistema que el efecto dominó facilitará el trabajo).