Cuando comencé mi carrera profesional como técnico de Sistemas hace algo más de nueve años (hay que ver cómo pasa el tiempo), una de las primeras responsabilidades que me “cayó” encima en mi anterior empresa fue la gestión del sistema de monitorización de la infraestructura TIC propia y de clientes. La situación entonces era muy diferente de la actual. Nagios acababa de nacer a partir de NetSaint, y la madurez de este tipo de software distaba mucho de ser la actual; el sistema que utilizábamos (Big Brother) no era el colmo de la usabilidad, aunque su interfaz era extremadamente intuitivo. Los monitores eran bastante más rudimentarios que hoy en día, pero aun así, conseguíamos saber si las cosas funcionaban, por la cuenta que nos traía; teniendo en cuenta que por aquel entonces alojábamos la web de varios clientes importantes, una caída solía ser la antesala de problemas, así que si además no la detectábamos, imagínense. En definitiva, puede decirse que durante un buen puñado de años, tanto en aquella empresa como en la actual, mis andanzas como informático han estado ligadas entre otras cosas a gestionar sistemas de monitorización.
Aunque hoy en día aún es posible encontrar alguna empresa sin ningún sistema de monitorización TIC básico o uno que “ahí está” pero nadie mantiene ni “escucha”, las cosas han cambiado mucho. Ha habido una mejora significativa al menos en el primer paso: la detección de las incidencias. Ahora ya nadie se extraña de que sea necesario un sistema de monitorización TIC que al menos nos avise de cuándo el servidor de correo ha dejado de funcionar y así evitar los gritos de la alta dirección. Podría decirse que casi nos felicitamos por ello, como si eso fuese un gran logro. Vamos a dejar de lado aspectos de monitorización más complejos y todo el capítulo de gestión, tratamiento de las incidencias y análisis histórico; aunque debería ser inseparable de lo anterior, seguramente eso es demasiado.
No sé qué les parece a ustedes, pero a mí todo esto que les cuento me parece extremadamente básico y evidente. Quizá es que estoy demasiado acostumbrado a trabajar con estos sistemas, pero poder saber que el puerto 80 de un equipo tarda más de 5 segundos en contestar y eso es un problema no me parece nada extraordinario; al contrario, me parece de lo más ordinario. Es como hablar de las copias de seguridad. No cabe en mi cabeza que una empresa no tenga copias de seguridad; sería una temeridad, una imprudencia, una estupidez, una insensatez, un ejercicio de ignorancia y todas ellas juntas. Como decía aquel eslógan de la DGT hace unos años: las imprudencias se pagan, y cada vez más. Así que, resumiendo, desde que comencé a trabajar en esto de la informática, han pasado poco más de nueve años y ahora cualquier empresa con un mínimo de sentido común dispone de un sistema de monitorización TIC, mejor o peor gestionado, mejor o peor montado. Bravo por ellos. Applause.
Pasemos a temas más interesantes. Hace casi ocho años que Gartner acuñó el término BAM: Business Activity Monitoring (ya hemos hablado de esto en Security Art Work). Dicho en una frase y sin pretender total exactitud, se trata de monitorizar, analizar y gestionar indicadores propios del negocio basados en información en tiempo real. Cualquiera diría que parece lógico; de hecho, mucha parte del funcionamiento de las empresas de inversión financiera es precisamente ese. Saber que un sistema ha caído puede tener su gracia, pero saber cuándo el margen de una venta es inferior a un 5% sobre el precio de coste tiene mucho más sentido para el negocio y, francamente, es más interesante. Al fin y al cabo, la disponibilidad o capacidad remanente de un servidor o un router no deja de ser un indicador para el personal de Sistemas y Comunicaciones, pero que no tiene o no debería tener mucho más sentido fuera de ese ámbito. Sin duda, cualquier departamento puede identificar un puñado de indicadores que no sólo les resultarían extremadamente útiles en sus tareas diarias, sino que les ayudarían a detectar situaciones anómalas o que requieren su intervención; piénsenlo dos minutos. La idea detrás de BAM es saber qué pasa: sistematizar y automatizar el tratamiento de información en tiempo real asociada a los procesos corporativos que permitan a la organización tomar decisiones de manera más rápida y eficiente. ¿Saben aquello de que la información es poder? Pues eso, ni más ni menos.
No sé qué les parece todo esto. No sé si están de acuerdo conmigo o todo esto les parece un rollo macabeo. Como pueden imaginarse, a mí me parece de lo más coherente, y por eso me cuesta entender que a estas alturas, los sistemas de monitorización BAM no estén tan extendidos ni madurados como los TIC que les comentaba. Sin querer ser duro y pensar que se trata de simple falta de visión o miopía generalizada (les apuesto a que la mayoría de sistemas de monitorización TIC de la mayor parte de las empresas tienen menos tiempo del que nos creemos), la razón quizá sea la excesiva dependencia geek de muchas empresas, donde los sistemas/aplicaciones se conciben como mucho más que meros “sustentadores” de los procesos de negocio, quizá la escasez de recursos o simplemente la resistencia natural y poca “disponibilidad” del personal para aceptar este tipo de novedades. Claro que después de todo, nadie dijo que fuese fácil y como decía Jane Fonda, No pain, no gain.
La cuestión aquí, si me permiten ponerme algo trascendente, es que BAM es el principal camino —que conozco— a la mejora de la eficiencia de los procesos corporativos y de la productividad, algo que, a decir por los datos oficiales y si acudimos al discurso económico diario, no es algo de lo que vayamos sobrados en este país. Por eso, que sistemas BAM implantados sean hoy por hoy casi una rareza, es algo que me causa estupor. Y les prometo que no exagero un ápice.