No sé ustedes, pero yo siempre he tenido la sensación de que, de todas las vertientes de la seguridad, la correspondiente a la seguridad organizativa es el patito feo.
La seguridad física ha tenido un peso importante desde siempre. Si en la época de los grandes mainframes tenías adecuadamente securizado tu CPD, tanto desde el punto de vista de los parámetros ambientales como desde el punto de vista del control de acceso físico, te podías ir a dormir tranquilo a casa (y aún así, cuando vas haciendo auditorías por esos mundos de Dios, te encuentras algunas “salas de servidores” que te dan ganas de ponerte a llorar…).
La apertura de los sistemas centralizados a Internet trajo consigo la preocupación por lo que nos podían hacer “desde fuera”. Ya no era necesario tener acceso físico a los servidores para poder poner en peligro la seguridad de nuestros sistemas y la de la información que alojaban; ahora cualquier sujeto en cualquier parte del mundo podía hacerte una visita con malas intenciones.
Y por último yo diría que en España la aparición de la LOPD a mi juicio la LORTAD no consiguió apenas que las empresas se sintieran afectadas salvo casos evidentes y la LSSICE fueron el detonante que hizo que las organizaciones se dieran cuenta de que, aunque su CPD fuera seguro y aunque se hubiese definido una adecuada seguridad perimetral, podían estar expuestos a otro tipo de amenazas de índole legal, que podían tener en ellas un impacto brutal, y no sólo económico, sino también de imagen o reputacional.