Dentro de los posts dedicados a la seguridad en las eléctricas (que a su vez se engloba en la serie de Seguridad Sectorial, que todos seguís atentamente en este blog :), toca el turno de los aspectos relativos al transporte, transformación y distribución de la energía para hacerla llegar al usuario final (véase entradas anteriores: [Introducción][Producción][Control]).
El transporte de energía eléctrica se realiza desde las centrales productoras, que hemos comentado en un anterior post, hasta las centrales de transformación, donde se modifican las características para distribuir la energía hasta el usuario final. En esta etapa de transporte se utilizan líneas de alta tensión, con una distribución geográfica muy extensa, lo que ya de entrada implica varios riesgos considerables: por un lado, los relativos a la falta de vigilancia de las líneas (robos, hurtos, sabotajes…) y por otro los relativos a las amenazas naturales (desde tomentas eléctricas hasta desprendimientos que puedan comprometer la línea). El primero de estos grupos no suele ser habitual, a pesar de que las condiciones por ejemplo, el aislamiento lo favorezcan, debido por un lado debido a la peligrosidad de las instalaciones (¿quién se atreve a meter mano en una torreta de alta tensión?) y por otro a la escasa repercusión que estos actos tendrían a nivel social: si se produce un ataque a una línea que la deja inutilizada, se distribuiría energía desde otra central. En lo que respecta a amenazas naturales, las instalaciones implicadas en el transporte suelen ser robustas, incorporando desde protecciones contra rayos hasta elementos estructurales frente a avalanchas, por lo que sólo fallarían en el caso de problemas de relativa magnitud.
Una vez llega la energía a la central de transformación, se modifican sus características para hacerla llegar, a través del proceso de distribución, hasta el usuario final. En estas centrales, que pueden estar ubicadas en lugares muy diversos en cuanto a seguridad, el principal problema con el que nos podemos encontrar (aparte de los sabotajes o el vandalismo y de las amenazas de origen natural, comunes a casi todo el proceso) es el robo o hurto de material: se trata de estaciones automatizadas, sin presencia humana habitual, y en ocasiones muy aisladas, lo que las convierte en un objetivo fácil de los ladrones (por ejemplo, es común el robo de cobre o material de trabajo para su venta posterior).
Finalmente, ya transformada la energía, se hace llegar al usuario final a través de la distribución, basada de nuevo en una infraestructura similar al transporte (torretas y elementos de conducción), y por tanto con problemas; en esta etapa, quizás una de las mayores amenazas es el robo en las instalaciones finales de distribución, ubicadas habitualmente en núcleos urbanos pero sin personal en ellas, y en cuyo interior encontramos material equivalente al de las centrales de transformacion.
Por supuesto, en todo este proceso existe un componente de seguridad que no hemos nombrado hasta ahora: la protección de las personas frente a accidentes causados por la energía eléctrica. No obstante, y dado que considero que se trata de un tema más de Prevención de Riesgos Laborales que de Seguridad, de momento no profundizaremos en este tema (¿algún experto en PRL leyendo el blog que quiera aportarnos algo?).
Espero que esta “subserie” de entradas sobre el sector eléctrico les haya resultado de interés. En la próxima entrada de la serie, cambiamos de sector radicalmente. Espero que también les parezca interesante.