Atrás quedaron los turrones, compras, regalos, brindis y las uvas que acompañan a las campanadas. Por cierto, ¡feliz 2016! Disculpad el retraso pero ya conocen el refrán: más vale tarde que nunca. ;)
Esperamos que hayáis entrado con buen pie en el nuevo año y que no hayáis sido uno de los agraciados que, mientras prestaban atención a las campanadas y procuraban no atragantarse con las uvas, veían invadida su vivienda (vacía, en esos momentos). Con esta introducción ya podéis imaginar sobre qué trata la experiencia que os voy a contar.
Hace unas semanas nos juntamos el grupo de amigos para celebrar el fin de año en casa de unos compañeros. Una noche divertida en la que todo transcurrió con normalidad (con la “normalidad” característica de una Nochevieja [guiño, guiño]). Habiendo pasado una noche estupenda sin incidentes más allá de alguna copa rota y la potencial resaca, en la primera mañana del año, un amigo tramitaba un parte de robo con la empresa aseguradora de la vivienda. ¡Ouch! Esto no es precisamente entrar en el año nuevo con buen pie.